Hay algo de polvo en el regreso
y en las nuevas huellas que muy probable
ahora no se ven.
Hay una piedra antigua
y sus hendiduras
como marcas en la mano
pero en el pecho.
Hay una tarde
y un sol parecido
no a la memoria
sino al frío,
discreto,
ajeno y desenfadado.
El reflejo de la ventana de los carros
resulta bastante fiel,
una mochila que no se entera,
la mirada extrañada
del que se observa
y del que está dentro,
no se imagina que ante él
no va un hombre,
va su sombra.
El eco de la puerta cerrándose
a tus espaldas
como una guitarra vieja
que se deja caer.
Los sonidos de la casa,
siempre con el acento único
de las voces de las casas
y su idioma sensible,
vaya metáforas silvestres las de su boca.
La casa hablando hacia todos lados
envejece y no se entera.
No hay más la habitación
hay camas
y fotografías que atestiguan
que, efectivamente,
las líneas de tus manos
tuvieron su primera cicatriz acá.
Ni tratar de recordar,
vértigo absoluto.
Solo sentarse como invitado
a esperar que todo duerma,
que la casa silencie un tanto su voz,
que los animales duerman,
que los padres,
estos nuevos y antiguos padres,
duerman.
Luego recostarse huésped
en esa almohada dura por desconocida.
Vendrá la noche,
llegará el sueño
y después del frío
y en las nuevas huellas que muy probable
ahora no se ven.
Hay una piedra antigua
y sus hendiduras
como marcas en la mano
pero en el pecho.
Hay una tarde
y un sol parecido
no a la memoria
sino al frío,
discreto,
ajeno y desenfadado.
El reflejo de la ventana de los carros
resulta bastante fiel,
una mochila que no se entera,
la mirada extrañada
del que se observa
y del que está dentro,
no se imagina que ante él
no va un hombre,
va su sombra.
El eco de la puerta cerrándose
a tus espaldas
como una guitarra vieja
que se deja caer.
Los sonidos de la casa,
siempre con el acento único
de las voces de las casas
y su idioma sensible,
vaya metáforas silvestres las de su boca.
La casa hablando hacia todos lados
envejece y no se entera.
No hay más la habitación
hay camas
y fotografías que atestiguan
que, efectivamente,
las líneas de tus manos
tuvieron su primera cicatriz acá.
Ni tratar de recordar,
vértigo absoluto.
Solo sentarse como invitado
a esperar que todo duerma,
que la casa silencie un tanto su voz,
que los animales duerman,
que los padres,
estos nuevos y antiguos padres,
duerman.
Luego recostarse huésped
en esa almohada dura por desconocida.
Vendrá la noche,
llegará el sueño
y después del frío
la espalda de las cortinas estallará en luz.
Al fondo escucharás la voz de la madre
pronunciando tu nombre,
con el timbre natural del desayuno
y aquel que suponemos nunca se fue
será el que se levante despeinado
a tomarse una tibia taza de avena.
No habrá duda que te has marchado
y que no saber exactamente
donde está ahora el azúcar
Al fondo escucharás la voz de la madre
pronunciando tu nombre,
con el timbre natural del desayuno
y aquel que suponemos nunca se fue
será el que se levante despeinado
a tomarse una tibia taza de avena.
No habrá duda que te has marchado
y que no saber exactamente
donde está ahora el azúcar
o el café
será otra forma de quedarse.
será otra forma de quedarse.