jueves, 12 de enero de 2012

Actos de magia por Arnoldo Gálvez Suárez

Actos de magia
Julio Serrano Echeverría
Editorial Catafixia, 2011
54pp


Qué aburrido volver a hablar de la muerte. ¿Pero de qué otra cosa se puede hablar? Si toda vida va dejando a su paso una estela, un rastro, una baba plateada de muertos, y entre más viejos más muertos. Es aburrido volver a hablar de esto, pero es de lo único de lo que se puede hablar: de cuerpos. Cuerpos que no llegaron a nacer, cuerpos que se lanzaron de un puente, cuerpos consumidos por la enfermedad, cuerpos que luchan por resucitar aunque sepan que no pueden, cuerpos llenos de esperanza que propician ceremonias, actos de magia para conjurar la muerte con palabras puestas una encima de la otra, para vencerla, para aplastarle de un pisotón la cabeza, aunque sepan, de antemano, que la muerte tiene muchas. Julio Serrano escribió un libro que habla de eso. Y es raro. Porque la escritura de un libro así precisa silencio, quietud, y Julio Serrano es un tren. La comparación no es gratuita. La energía ferroviaria de Julio Serrano parece no reconocer límites, es como un niño que cree que si mete las manos en el fuego no se quema o si salta al vacío no se abre la cabeza, está metido en todo, es amigo de todo el mundo y siempre tiene algo qué decir. Y de repente este libro. Es cierto que Julio, junto con otros poetas contemporáneos suyos, encabeza y es co-responsable de los cataclismos formales que viene sufriendo desde hace ya casi dos décadas, la literatura hecha en Guatemala. Y está bien, todos muy felices aplaudimos la hibridación y los experimentos y la transgresión y la vanguardia. Pero este libro no es sintomático de ese fenómeno. Este libro destila clasicismo, un clasicismo muy difícil de conseguir porque a él solo se llega a través de la honestidad. Detrás del carnet de poeta se han ocultado siempre, aquí y en la China, toda clase de imposturas con pretensiones artísticas, transgresoras, destroyers, ahí está el poeta más rabioso, cuya voz es la voz de este tiempo, el último de los últimos. Y bla, bla, bla. Actos de magia es otra cosa.

En primer lugar es un libro dolorosísimo. Y lo es porque es honesto, es una fractura expuesta, no se esconde detrás de las palabras sino las usa de escalera. Qué aburrido hablar de la existencia, pero de qué más se puede hablar sino de nuestra condición de cuerpos que son embudos errantes que reciben en un extremo lo que expelen por el otro. Y Actos de magia también quiere conjurar esa mediocre condición, salvarnos de ella. Y ante el ruido desmesurado de todos los días, ante los miles de decibeles con que cuenta la estupidez, y la indiferencia, y el conformismo para hacerse oír, está este libro valiente que nos recuerda que hay muerte pero también hay magia. Que podemos, que nos es lícito practicar ciertos ritos que hacen posible que nadie se muera del todo, que hacen posible la resurrección, que es la más alta aspiración de cualquier mago. Resucitar a un muerto. Devolverle la vida a través de un conjuro que es un poema.

Por otro lado, Actos de magia es un libro extraño. No es difícil de leer, es extraño. Raro. No se si encuentre amigos, ni cómplices, ni siquiera compañeros entre sus contemporáneos. El libro asombra por la limpieza de su estructura y el rigor de sus versos. Por su simpleza. El inmenso Charlie Mingus, contrabajista de una música que ya no existe, decía: extravagante puede ser cualquiera, lo difícil es ser simple, como Bach. Por eso mencioné antes lo de la quietud y el silencio, y quisiera conocer las circunstancias en que el libro fue escrito. Porque el libro además, y por eso es también valiente, es una conversación o más bien una confrontación con la propia memoria, con los recuerdos, sobre todo los sangrantes. Se nota, por ejemplo, y Julio me lo confirmó después, que muchos de los cuerpos, los que nacen, los encontrados en el desierto, los que caen, los que se despiden, son los cuerpos de muertos propios. Duelos abiertos, sufridos a la intemperie de un libro que es público y que será leído. Pero Julio Serrano, que es, ya lo dije, una especie de tren, no se detiene, no se conforma con el duelo íntimo y convierte su pérdida en la pérdida mayor, la colectiva, la histórica, la social, la guatemalteca. La propia memoria nacional es otro cuerpo, y el libro es el espacio en donde se reconcilian, de mentiras, claro, la víctima con el victimario, el torturador con el torturado, la herida con el colmillo.

Dicho lo cual, la pulsión vencedora en Julio Serrano es la pulsión de vida. Y no sé si eso es del todo verosímil, no sé si me lo creo. Es difícil creer en la vida con tanto compatriota deambulando con las tripas al aire. Es difícil creer. Es difícil darle la razón a lo que quiere nacer y no morir, al movimiento al interior de un vientre. Es difícil. Pero qué bonito es ver a Eros dándole al fin a Thánatos de su propia medicina. En actos de magia triunfa el gozo y la esperanza. Aunque nos imaginemos a Julio, de una forma en que nunca lo hemos visto, tecleando a oscuras, en un cuarto pequeño, hundido en una silla, iluminado apenas por el resplandor de la pantalla, esperando otra vida, esperando la resurrección, esperando la magia.  

Arnoldo Gálvez Suárez


*Texto leído durante la presentación del libro en Guatemala, diciembre 2011