jueves, 20 de diciembre de 2007

¡Felix fin de año!


Los fines de año tienen ese algo de los finales de las cosas, donde las últimas partículas se desprenden en ese ejercicio de mitosis: antes y después. Característica del pensamiento occidental esta de la linealidad del tiempo, la de la permanencia y la continuidad, mentes leydas y escrebeydas creo que me pueden respaldar en esta idea, se me viene ahorita un ensayo de Hans Magnus Enzensberger, quien explica que la particularidad más representativa de nuestra humana condición ante el tiempo es lo anacrónico, de alguna forma nuestra historia y su linealidad siempre ha sido un simulacro de una suerte de malabarismo espacio-temporal en el que siempre estamos preocupados por ubicarnos en el “presente”, si es que eso existe. Enzemberger explica, pues, la teoría de la transformación pastelera, un planteamiento matemático en el que el tiempo se explica desde una naturaleza aleatoria (sería predecible si se supiera en qué momento inició todo, pero eso es imposible, explica), “Siguiendo el modelo de la transformación pastelera, la masa se disuelve en una cantidad infinita de puntos errantes que se separan unos de otros para volver a encontrarse más tarde, sin que nadie sepa cuándo ni por medio de qué rodeos. De este modo tienen lugar inagotables contactos entre las más diversas capas cronológicas”, según el poeta alemán.

Todo esto por ese extraño feeling de diciembre, el ritual, mezcla de jolgorios, excesos, protectores hepáticos y melancolía, y cariño, mucho cariño. Diciembre, el mes de Orión y de la armadura de Sagitario (la de los Caballeros del Zodiaco -Saint Seya, si lo prefieren-), el mes de mi cumple del de mi mamá y el de la navidá y el año nuevo y de mucho pues, me resulta un período apretado marcado por finales simbólicos necesarios para replantear el cronograma, porque qué es el calendario sino la versión más socializada de una agenda de cotidianidad programada, igual, termina ya este 007, y deja lo que dejó, y al fin de la garganta algo recuerda que ya es lo último...

pero bueno, mi más cálido abrazo, terminar el año de a huevo pues, con un vaso lleno de cualquier cosa con alcohol, ¡salud!

lunes, 17 de diciembre de 2007

oldis bot goldis

no sé qué me dio por ponerme a revisar unos textos de hace algunos ratos, y pos postearé una selección de esos que, merecen circular hasta vuestros chelosos ojos, y que no necesariamente pienso publicar en un libro, así que llegan los primeros 2...


Del 83


Al amanecer se cree innecesario el sueño
¿En tiempos donde siempre estamos solos?
la muerte pinta mejor ahora que en los ochenta pero,
que hermoso es el último deseo,
ver nuestros rostros sonrientes colgando del árbol de los ahorcados
como un columpio olvidado por niños que se fueron lejos, lejos

¿qué importa ya?
Los efectos especiales son malos
pero la película vale la pena

la muerte es una fuga incontenible de luz en las ventanas
los umbrales de dolor son otros
los temores también

el problema está en los ojos
y en las manos
y en lo que no conocemos y apenas sospechamos
sabemos algunos trucos del juego
¡Qué obsceno es tener veintiún años!




A Otto René Castillo


"Los niños nacidos a finales de siglo serán alegres"
O.R.C.

Soy hijo del fin de siglo,
nacido en tu pueblo,
en tu cuadra,
a la vuelta de tu casa;
sin embargos, mi rostro no es de esperanza.
Todo lo contrario,
todo lo contrario.

octubre 2002


(*Anotación tres años después

Tampoco todo lo contrario)