lunes, 4 de junio de 2012

Nos reservamos el derecho a hablar

Hace algunas semanas salí a cenar con mi hermano Polux y mi amiga Ana  que estaba de paso por la ciudad. Fuimos a comer a las Cien Puertas, teníamos ganas de pan con ajo y plática tranquila. El plan, cenar y luego ir al concierto de El Gordo a el bar El Milagro. La cena fue de lo más interesante, Ana, holandesa y residente en Amsterdam, estaba terminando un viaje de tres meses entre México y Guatemala,  su vuelo saldría al día siguiente y la conversación era una especie de espontánea e improvisada conclusión de su experiencia por acá. Escucharnos en la subjetividad de otra persona siempre es un ejercicio profundo de identidad. Una de las conclusiones a las que tratábamos de llegar tenía que ver con muy pequeños pero importantes pasos que hemos podido dar en el reconocimiento de las identidades en Guatemala, una precaria pero medianamente efectiva infraestructura turística genera un resultado muy interesante, al no ser Guatemala un parque temático construido y diseñado, permite, según Ana, una experiencia mixta entre lo turístico y lo social, un visitante con un mínimo de actitud abierta podrá sumergirse en las complejidades y riquezas culturales de nuestro país fuera del circuito turístico de "le muestro lo que usted quiere ver", y estoy totalmente de acuerdo, esa condición de ser el país donde "todo puede suceder" también tiene un lado alucinante, intenso y poético que podemos intuir.
Esa noche en las Cien Puertas estaban con nosotros, en la mesa de al lado un grupo de hombres y mujeres indígenas que celebraban alguna muy buena noticia entre alegres risas y chistes contados en algún idioma maya; mesa siguiente un grupo de estudiantes universitarios, chavitos jóvenes, bellos e inmortales, como debe ser; en otra dos chicos del teatro, hablando; y finalmente tres chicos metaleros, bellos, resplandecientes en su indumentaria black, eran tres, una chica y dos chicos, la chica, con rayitos rojos en el cabello llevaba unas gafas negras, era no vidente. Y así en el contexto digamos, más diverso que podíamos tener, terminamos de comer y caminamos hacia el concierto, a despedir el viaje alucinante de Ana al concierto que El Gordo había anunciado por las redes sociales.
Últimamente me ha dado por conocer los nuevos bares que se han abierto en el centro, la experiencia ha sido bastante buena hasta que... parados los tres en la entrada de El Milagro, un pequeño, amenazante e intransigente bouncer puso su brazo entre la puerta y mi cuerpo, mientras miraba para otro lado diciendo "no pueden entrar", a lo que le respondí que íbamos al concierto, y ahí sí, viéndome a los ojos, amenazante me dice "tengo un evento acá adentro y no pueden entrar", me quedé unos instante aún en su mirada y fue que me di cuenta que aquella estupidez no era un chiste. Me di la vuelta bastante molesto para decirles a mis queridos que no podíamos entrar y que buscáramos otro lugar. Yo estaba realmente molesto y por el contrario Ana se reía mucho, "me parece tan estúpido" decía entre risas, mi risa era más bien nerviosa. Terminamos arreglando el mundo en otro bar donde también había alguien en la puerta para decirnos "Buenas noches, bienvenidos".
Al día siguiente me dediqué a hacer berrinche por Twitter y FB, hasta que me fui a buscar el muro de El Milagro, y pensé que sería una buena oportunidad para cambiar la estrategia:

Postée en su muro:


Señores de El Milagro, ayer fui con mi hermano y una amiga holandesa a quien quería mostrarle el trabajo de ElGordo Guatemala pero su bouncer nos detuvo en la entrada y amenazante nos dijo que no podíamos entrar "porque tengo un evento acá". Bien, me pareció una muy lamentable actitud de parte de ustedes, varios amigos se quejaron de lo mismo, pero quisiera pensar que fue un mal entendido, razón por la que quisiera preguntarles ¿Cuál es el criterio para que alguien pueda entrar o no al bar?, hago la pregunta con la mejor de las intenciones, quisiera sustituir el rótulo de "nos reservamos el derecho de admisión" por el "en este lugar promulgamos el derecho al diálogo".

a lo que respondieron:

Bar "El Milagro" zona 1 Lamentamos mucho lo ocurrido y definitivamente lo vamos a tomar en cuenta para solucionar el problema y evitar que se repita. Te adjuntamos el numero del administrador para que responda a tus preguntas 42875451.



En principio me parecía un buen paso, para mí fue importante tragarme la rabia y tratar de buscar otro camino, en realidad fue todo un ejercicio zen. Luego volvió la rabia intensa, profunda, ¿por qué tendría que llamar yo al administrador del bar, para qué?
Me enojó terriblemente, dolorosamente, grosera y violentamente que alguien me viera a los ojos, no estoy seguro de si vio fijamente mi afro, pero obvio lo vio, juzgó desde su bastante lamentable cuota de poder y decidió decirme "tengo un evento, no pueden pasar", amenazante claro. Me enojó asquerosamente pensar que nuestro país sabe y puede hablar de exclusión, de discriminación y para hablar de ello tiene ejemplos donde el poder económico, militar y político se paraban frente a la puerta de la vida y le decían a 250 mil seres humanos, no señores, ustedes no pueden seguir viviendo porque "tenemos un evento", donde este mismo poder atravesaba su brazo frente al pecho de 45 mil personas y les decía, viéndolos a los ojos "ustedes y sus cuerpos no pueden pasar, ni acá ni a ningún lado, ni a la justicia, ni a la dignidad, ni a la memoria, ustedes van a desaparecer". Y uno quiere gritar a todo pulmón "Pero los dinosaurios van a desaparecer". Para un país que ha pagado el precio de la exclusión con genocidio, un rótulo que diga "nos reservamos el derecho de admisión" debería ser un delito.
No sé si fue el dueño del bar, o el community manager, o el mismo administrador quien me propuso llamar a ese número, pero me pareció el colmo del sinsentido. Bien que lamenten que esto suceda, pero tómense un poco más de tiempo para responder, quién haya puesto esa respuesta era quien debía llamar al administrador, imaginemos pues alguien de, no sé, digamos Santa Cruz Barillas, el ejército y la policía entró a hacerle mierda su casa, en un allanamiento buscando con 800 hombres armados a los "agitadores" del orden público, y entonces,  se percatan del error, digamos, los dueños de Hidroeléctrica Santa Cruz, y hacen circular un comunicado que diga "lamentamos lo ocurrido, por favor llamen a nuestro encargado de seguridad, el señor Otto Pérez Molina, para explicarle por qué esto es un error". Bien, a alguien le podrá sonar exagerado, pero el principio con el que el poder funciona es el mismo. No voy a llamar a ningún administrador de un bar que me excluyó por sugerencia del dueño.
Por si no fuera lo suficientemente lamentable, algunos días después supe que este mismo bouncer hizo lo mismo con mi amiga Lucía, solo que además sugiriendo que si ella le coqueteaba podría entrar. Y al revisar el muro del bar encontré más manifestaciones similares.  Pienso que dados los antecedentes que tienen, señores de El Milagro, tienen todo para sentar un precedente, tienen ante ustedes la posibilidad de dar la pauta, detenerse y dar una lección a la lógica excluyente en este país. Tienen este pequeño registro de los hechos, más las dos oportunas columnas de Juan Pablo Dardón reflexionando sobre este hecho, ante el rol del bouncer y la responsabilidad de los dueños en el asunto. Vi en el muro de FB de Juan Pablo que el dueño del bar es músico y que trata con mucho respeto a los artistas que se presentan en el bar, perfecto, lleve ese trato digno hasta la puerta y sustituyan el cartel de "nos reservamos el derecho de admisión" por el de "celebramos y reivindicamos el derecho al gozo".
Quisiera invitar al dueño del El Milagro a tomar un café, sentarnos, conocernos, invitar a su bouncer, a Lucía, a mi hermano, a Ana, a El Gordo, a escucharnos, a reconocernos, un café en el Centro Histórico y en algún momento caminar juntos hasta Catedral y ver en las columnas del atrio los nombres de algunas de las personas a las que la historia de este país les dijo que no podían pasar por una puerta.