miércoles, 30 de julio de 2008

Silencio



A medida que se los tragaba el barranco se iban sintiendo como dentro de un caracol, más al abrigo de la amenaza que se cernía sobre ellos. asturias en el señor presidente


Hace ratos que no subía nada, un enorme silencio se "cierne" sobre nosotros, todo el tiempo, es más, el silencio para nosotros es cultural, dolorasamente natural...

Shhh...

este silencio mío se parece a otros silencios que se nos hacen familiares, del no poder decir nada porque algo en el pecho se les atraviesa como maldición, como esa de saber que Demián era el anticristo, así es, si me hubieran fotografíado en recientemente, una enorme sombra me atravesaría el pecho.

un silencio
Entre otras miles de cosas, estos días he hablado con varias personas sobre el tema del silencio, de cómo la imposibilidad de dialogar se ha convertido en el principal logro de la guerra. Soy testigo cercano y partícipe de una extraña tensión intergeneracional en la literatura guatemalteca, no estoy muy seguro qué es ni cómo explicarlo, pero para fines prácticos una sombría dialéctica sobre viejos y jóvenes pareciera ensombrecer mesas de discusión, mesas de cafecitos, ventanas del messenger, saludos esporádicos en pasillos de lugares comunes, por compartidos. Una amiga extranjera me comentaba que le parecía que los guatemaltecos éramos muy sensibles a la franqueza y la conversación frontal, y estoy totalmente de acuerdo, acá el face to face está fracturado... uffffffffffffff

otro silencio
se queda uno medio tirado en una carretera oscura y llena de neblina, no sabe a quien llamar ni qué hacer, esperar a que amanezca es una opción pero el frío corroe los huesos. Invisible todo, neblina y oscuridad como un mismo trapo sobre los ojos y los huesos, te quedas en el carro, temblando "abrazándote como si tuvieras ternura de ti mismo", pero hay miedo. No hay señal de cel, hay mucho sueño y no se puede dormir, vaya pesadilla, quedarse varado en medio de la oscuridad titilando del frío hasta que el tiempo siga su curso... impersonal y aplastante.

variaciones sobre el silencio

No se puede creer en nada desde la orilla.

En la orilla se es espuma blanca

Y azul.


Y un hombre llora cuando habla, se quiebra, se parte y vuelve a la tierra, un hombre llora cuando mira desde lejos y la nombra, cuando los sueños son el mar y sólo se puede decir lo que desde la orilla se dice


Un hombre dándole la espalda al mar.

Aunque en la noche,

En la más hambrienta oscuridad

Sólo se escuche un lamentar de siglos

Y el peso

Todo su peso en la arena


No hay música, hay la noche.


Se escucha el mar, no las palabras, lo que se dice es viento, lo que se grita es marea, es espuma, todo lo que se dice es sal, es piedra demolida por los siglos, lo que se dice es una marca en la orilla, lo que se dice es lo que se lleva el mar.


Lo terrible del mar es morir de sed (cerati)

martes, 8 de julio de 2008

Pan con chomín: almuerzos ejecutivos


Creer que un almuerzo ejecutivo no es comer en la calle es un gran engaño, comer en el garage de una casa desconocida en la que para entrar al baño tenés que pasar saludando al nieto de la señora que juega entre los muebles setenteros de alguna colonia de la ciudad clasemediera venida a menos… comer en sillas plásticas, sobre mesas plásticas, con manteles que no son sino pedazos de plástico en platos de pollo campero robados, guacales para la sopa y posillos para el fresco todos plásticos, peor aún comer en un pedazo de duroport que es como comer sobre el popo de un robot, y desarmar el pedazo ese de cartón derivado del petróleo con cubiertos bastante inservibles que, otra vez, son de plástico.

Pero se hace lo que se puede, son los más baratos, y los principales culpables del desprecio generalizado al adobado, pollo asado, y al fresco de carambola. También son responsables de mantener en forma nuestra fauna y flora bacterianas desde el hocico mismo hasta la salida del puente del naranjo. Los comedores ejecutivos han ayudado la proliferación de apodos como “gordoepastel”, “bolsaecrema”, “la cuchi cuchi”, “pasito tun tun” y los ya clásicos “coche”, “gorda”, “rellenita” y “timbón”.

Yo les debo 10 años de almuerzos, 40 libras de diferencia (sí, yo era flaquito cuando salí del colegio), les debo salvarme de varias crudas, mantenerme rosadito y cachetón, y bueno, evitar hartarme manteca en papel, ahí me la como en plástico.

Pero no quiero dejarlos mal parados, se come rico, sobretodos los que tienen la sensatez de poner varios menús, además los almuerzos ejecutivos (y si les ponemos almuerzos secretariales?) son un buen pretexto para

a) chismear con la mara de la oficina

b) chismear con mara de otra oficina

c) coquetear con la mara de la oficina y de otras oficinas que llegan siempre a comer al mismo lugar

d) echarse un cuaje en la mesa del comedor

e) safarse el botón del pantalón

f) hablar de los freelance (nuna se hable de un freelance dentro de la oficina)

g) ojear la prensa

h) lavarse las manos (para quienes tengan esa mala costumbre).


En fin, en esos 45 minutos de tramiza, sentados al calor del plástico (¡qué necedad!), compartiendo con los amigotes o en la soledad de los platos sin ruido, la digestión, antes de regresar a la oficina, nos recuerda que a veces, solo de vez en cuando, necesitamos comer .

miércoles, 2 de julio de 2008

Jullini (i)letrado: Testamentofuturo de Alan Mills


Hoy su amigo el Jullini (i)letrado les invita a la presentación del libro Testamentofuturo (descarguen acá el libro) del poeta viajero y gran amigo Alan Mills, publicado por Libros Mínimos, ojalá podamos vernos por ahí, les dejo acá dos poemas del libro del Balam




Hay que ver que no se use

ningún material extraño,

así, si quiere hablarse de niños

reventados contra los árboles,

habrá que decirlo sin omitir la sangre

escurriendo las cortezas;

no vale la pena desbancar dolor

por ideas, mejor apresar la hinchazón

nerviosa que traen los ramalazos;

no meter palabra y palabra

donde el plomo sabrá armar su vacío.

Hay que evitar sucedáneos;

si la carne arde, gruñir macizo;

en cada impacto, mostrar su trayectoria;

a cada estallido, la savia roja de los árboles.

Más que la muerte

Más que la muerte

el miedo.

(Mujeres vestidas de negro/

vacunadas de amnesia.

Son tristes. No olvidan).

Un muerto/

más que un muerto

el miedo

de ser sangre corriendo/

de ser una sombra vaciada de vida.

Más que la muerte

estar solo/

terriblemente solo

como un poderoso

que no sabe amar sin golpearnos.

Y la palabra

(como si tal cosa pudiese)

se sitúa más allá

intenta perderse de la muerte

aun cuando sabe que sólo es el fermento

de algún aliento antiguo que se resiste a callar.

(Dios lo tenga en su gloria/

musitaban las mujeres).

Hay un muerto/

nadie descansa.