viernes, 20 de febrero de 2009

Don César, el taxista ambulancio


El viejillo era más bien verde, bigote, sonrisota, bonachón. Solo me subí y él solito se puso a tirar tushte. Como siempre lo primero es el clima, la casaca universal de la que toooodos nos agarramos más de una vez. Y yo, la típica “desde hace cuanto trabaja en esto”, diez años subidos en el bólido de las muertes lo tienen bien entrenado. “De acá salgo a traer clientes hasta las once, que se va el último, luego me voy a la emergencia del San Juan de Dios”. Qué buena shit. “Ahí a esperar a los enfermos, los muertos no, para eso hay un montón de chavos de las funerarias como que son buitres”.
Sobrada fama tienen los enterradores en nuestra sociedad, son como azafatas de la muerte, cuando cae uno, ellos le caen a los que quedan. “Viera, cuando se murió mi mamá, al nomás llegar a la casa ya estaban ahí estos cabrones”. Esa es lección ve, ponerse de acuerdo con médicos y enfermeras para que no solo le avisen cuando alguien muera sino le den toda la info.
Me dice el viejo “Recuerdo una vez que murió la mamá de un general y no se animaban a darle la noticia los soldados, hasta que uno agarró huevos –Mi general usted siempre ha dicho que el agua es vida. Mi general, doy parte que a su mamá le cortaron el agua”. Eran casi 10 horas de chance las que yo llevaba encima, pero me reí, el viejo terminaba su historia a la altura de la chicharronera san jorge de por mi casa, “No usted, yo le pido a Dios que la gente se enferme, porque así los llevo y los traigo”.
Y se me juntaron las horas de brete con la paredes del san juan con los sacos desgastados de la funeraria con los zopilotes en la orilla del cementerio con la muerte cotidiana y hermosa con la angustia de los servicios funerarios de mis viejitos con la noche que siempre se junta con las luces amarillas de los postes de luz con un chavo pidiendo una etiqueta roja en la farmacia que está frente al san juan a eso de las nueve de la noche porque ya no aguantaba porque necesitaba echarse un chimichurri de alcohol noventa con la esquina de mi casa con el déjeme aquí cansado y segurísimo que su taxi siempre va a tener gente enfermita que llevar.

2 comentarios:

David Lepe dijo...

One man's fun is another's misery... genial historia real.

Vueltegato Editores dijo...

"Mi general, doy parte que a su mamá le cortaron el agua"... jajajajajajajaja!! ahh soldado más burro!!


Salú pueee, P.