lunes, 5 de mayo de 2008

Lo que es no saber nada del 68














La revuelta y solamente la revuelta es creadora de la luz,y esta luz no puede tomar sino tres caminos: la poesía, la libertad y el amor.
Andre Breton

Con eso de que todos los años se repiten los meses, resulta poco común en los libros de historia encontrar alusiones a cualquiera de esos 12 niños que empujan inquietos las manecillas del reloj, los años son la constante, es un hecho; de ahí que llamó mucho mi atención la primera vez que escuché hablar del mayo francés. Alguien lo sacó en alguna conversación de café “mayo del 68”, de inmediato un gran signo de interrogación apareció en la nubecita de diálogo de mi cabeza, ¿mayo?, sí, mayo.

Que sí que los anarquistas, que el situacionismo, que la imaginación al poder, que dice que un montón de jóvenes franceses desarmaron las calles, estudiantes y obreros manifestaron macizo todo un mes, hicieron temblar entera a Francia, y, ¡oh cerecita del pastel!, graffitiaron sus paredes con un montón de líneas fuera de lo común, entre los diferentes placazos se leían versos de Rimbaud (hay que cambiar la vida), de Artaud (No es el hombre, es el mundo el que se ha vuelto anormal), de Breton (La belleza será convulsiva o no será), la idea de que la poesía trasladara su discurso de los libros a las paredes, de la sensibilidad a los vergazos, de que algunos versos hicieran hervir el pecho de algo como seiscientos mil estudiantes universitarios, me resultaba bastante confusa pero emocionante.

Bastante entusiasmado con el asunto llegaba a abrir la boca a la U o con mis hermanos, con la mara pues, que resulta que en mayo del 68… y cuando uno empieza a contar la banda se emociona, y casi siempre con algún brillo esperanzador en los ojos se terminaban comentando cosas como “ha de haber sido de a huevo”, “no como estos pisados quemando burras”, “es que era la época de los hippies”, o bien no faltaba quien levantara su dedito ilustrador “ah, mayo del 68 claro…” y a dar misa pues.

Seguí averiguando otros detalles de lo que se me imaginaba más cercano a una fiesta que a un movimiento. Cuando leí una de las famosas consignas “prohibido prohibir”, pensé “ah eso es de una rola de Fito Páez”, emocionado aún con el rollo me daba cuenta que algo no me estaba cuadrando, que seguía sin entender muy bien el alma de aquel fresco bacanal estudiantil, cuando se lo comenté a mi papá una nostálgica sonrisa se le escapó, aquellos años verdad, sí, aquellos años, ese era el clavo, aquellos años, en aquel lugar, con aquellos jóvenes entusiastas me resultaban ajenos, lejanos, por eso nadie sabía nada del asunto por acá, salvo a los que los alcanzara la conversación de café sobre aquel mayo, y luego la wikipedia, y bien, distante y todo esta especie de capítulo de The wonder years me seguía invitando a entenderle.

Leyendo una conversación entre Sartre y Cohn-Bendit (uno de los líderes del quinto mes francés), encontré la clave para sacarle raja a todo esto, dice el estudiante “La única oportunidad del movimiento es justamente ese desorden que permite a las gentes hablar libremente y que puede desembocar, por fin, en cierta forma de autoorganización”, acomodando el contexto a nuestro antojo Cohn-Bendit podría estar hablando de la poesía, o de la literatura, o de alguna de las vanguardias, o de la adolescencia, igual, se refiere al movimiento estudiantil de aquel mes, a esos jóvenes que llamó atinadamente “una minoría activa”. Es esa libertad la que deja la sensación a ventana abierta, ese desorden impetuoso al que luego la historia recriminó no haberse organizado, haber dejado apagar las llamas, casi con cualquier estudio sobre mayo del 68 viene la frase “por qué fracasó”, y total, más allá de los logros o desaciertos del movimiento, la actitud, la reivindicación del sonido de los cristales rotos, de aquella “barbarie” juvenil que pasa gritando adentro de las casas que están vivos. Ahí va el asunto, por decirlo de alguna forma, para bailar no se necesita organizarse.

Y a todo esto, hoy, acá, de este lado de la historia, de este lado de la poesía, qué. Pues qué de qué. Nuestra cultura graffitera se desarrolla en las sabrosas paredes blancas de los baños, en las tablas de los pupitres, en ciertas esquinas y en las espaldas de los asientos de los buses, y sin duda los mayos guatemaltecos son muy distintos. Caen las primeras lluvias y en la universidad hay exámenes finales, y 40 años después de muchas cosas, encontramos poético leer en una calle de San Salvador “acá rifa el Crazy Tamal”, y sí, parece que cada vez rompemos menos ventanas, quemamos menos burras… pero ante la mirada atónita de ciertas amarguras, puedo afirmar que ya se nos ocurrirá algo porque siempre algo se nos ocurre, y eso sí, aquí o allá, la revuelta es la revuelta.



la foto es de la película Les amantes reguliers



4 comentarios:

Alan dijo...

Entonces seguir creando es nuestra revolución;

lo lindo del 68 es que legitimó la lucha de gente como nosotros, personitas ancladas a versos e ideas;

en Guatemala estar feliz es ya un acto de rebeldía, no te parece?
abrazo balamista

Alan dijo...
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Unknown dijo...

la revolución estudiantil, una serie de ensayos entre los que se incluye sartre me guiaron en mi epoca de estudiante revolucionaria. un librito fenomenal
no hay diferencias Julio, entre quemar una camioneta, tomar una sede universitaria y mayo del 68.
como buenos malinchistas veneramos a Cohn Bendit y creemos que Oliverio fué un idiota, tal vez pensamos que los más recientes como los patojos del central no fueron sino mareros. Si ahora podemos gritar consignas babosas es porque hubo una revolución, Mayo del 68 fué un movimiento mundial, que luego vendría a decantar en la triste década de los noventas con todo su plastico. siempre han sido los jóvenes los que lideran las revoluciones, porque somos a los que les duele la injusticia, los viejos ya se acomodaron.
esto lo reconoció incluso el Muso Ayau en un artículo.
si no me crees que el espíritu del 68 sigue vivo, lee el articulo de Marcel Gereda que tiene locos a los del americano.
buena vibra

Duffboy dijo...

Disfruté mucho tu post, bro, me recordó la trama de Los Soñadores... menos el incesto sugerido y "el amor libre". Ahorita vengo, voy a quemar burras.