jueves, 24 de mayo de 2007

Anotaciones para una maquinita cultural, apropósito de la crítica

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Nuevas identidades en la posmodernidad: bailar el Paabanc con los Bukies y Reebook fue el nombre de un conversatorio al que asistí ayer por la tarde. El título, bastante evocador y con algo de trampa, atrajo a muy pocas personas, tan pocas que hasta uno de los invitados (Mario Roberto Morales) se ausentó. Participó, finalmente, Amílcar Dávila (filósofo) y Ronald Flores (escritor). Dávila se centró en la idea de posmodernidad y se acercó desde sus referentes: Lyotard, Derridá, Foucault, en fin, la banda. Ronald, moderador de una mesa de dos, intervino para hacer varias observaciones sobre el tema, sin embargo lo que me empuja a escribir esto no es el tema de la posmodernidad sino un interesante debate que surgió a nivel de acción.

Sí, Ronald, como escritor y como académico, rebatió la exposición de Amílcar Dávila, sus argumentos, fundamentados en sus múltiples y complejas lecturas y referentes, parecieron chocantes más de una vez, en general el comentario era lo triste que es que el ejercicio crítico de muchos académicos guatemaltecos no incluyera a muchos autores que podrían dar muchas luces sobre la posmodernidad en Guatemala.

Hoy sí, ya caigo a la cuneta.

El tema entonces es la dinámica crítica-creación-infraestructura cultural, las quejas, en general, son

1 que no hay un aparato crítico para la literatura guatemalteca contemporánea

2 que no existen aparatos de difusión

3 que no hay una infraestructura cultural que permita todo lo anterior

por ponerlas muy generales,

pero

la cosa no es así nomás… mi hermosa noviamigaeditora me comentaba hoy temprano que desde su perspectiva los autores deberían de participar, mucho más de lo que piensan, en la intervención de la cultura para posibilitar condiciones que permitan un cambio, tanta Razón tiene la Michellita, la creación es, por mucho, un proceso de gestión, que implica un estado de conciencia del autor su contexto, sus posibilidades y estrategias que potencialicen su trabajo, suena bien marketing la cosa, pero bueno, el autor, en una saludable jerga contemporánea, es un productor, por ahí comentaba Alan Mills sobre una lectura de Walter Benjamín que enuncia este fenómeno.

2 comentarios:

Duffboy dijo...

Los aparatos, al fin de cuentas, los creamos o negamos nosotros. ¿Y qué es un conversatorio, sino parte de un aparato cultural, parte de la infraestructura? Rasquémonos la cabeza, brother.

Anónimo dijo...

Fábulas

Mi abuelo andaba siempre a pie
era feliz.
Mi abuelo no tenia amantes,
se desaparecia desde el sabado
en la mañana y regresaba domingo.

Mi abuelo tomaba whisky
él era feliz.

Mi abuelo no tenia pornografia,
amaba a la abuela,
no conocia de turbinas, solo el mar.

Era muy católico,
Llegó a más de 85 años.

Felicidad, pleno, feliz.

A mi nada me satisface,
no tengo motivos para vivir,
no soy como el abuelo.