miércoles, 22 de agosto de 2007

Aldeas mis ojos, más para la maquinita cultural

Aldeas mis ojos, vaya hermoso nombre para una antología de poesía, sí, una pequeñita, una que sale en estos diez años del Festival de Centro Histórico, como la t-shirt conmemorativa, como un excelente detalle para festejar los diez años de haber resemantizado el centro histórico, inevitable referente cultural tanto en la infraestructura (el edificio de correos como centro logístico de interesantísimos proyectos culturales, el parque central y su totémica condición de aullido, el palacio de la cultura cede del área de artes del ministerio de cultura, el pasaje aycinena y su paisaje antropoligical coperantis, etcétera ) como en el signo, sobretodo a este nivel, sí, por el centro de la ciudad deambula un joven buscando trabajo, se cuelga un Eduardo Torres sin su premio Nobel, que al rato y es el mismo ahorcado de los inzektos y las mozkas, o se observan muchas letras “m” escritas por las paredes *, qué sé yo, el centro-signo que funciona como una estación de buses, para la mayoría es un lugar de paso obligatorio, para otros fue su parada final, igual el centro tiene lo suyo, y esta antología preparada por Alan Mills es el resultado de muchas dinámicas que, sin temor a equivocarme, también han participado de la vida de esa periferia del kilómetro cero.

Aldeas mis ojos es una antología de poesía de diez poetas “después de la postguerra” como se lee en el subtítulo de la antología, en orden de aparición:
Elisa Ángel. El Tumbador, San Marcos, 1982.
Rosa Chávez. San Andrés Iztapa, Chimaltenango, 1980.
Pedro Chavajay. San Pedro La Laguna, Sololá, 1983.
Marvin García. Quetzaltenango, 1982.
Wingston González. Livingston, Izabal, 1986.
Astrid Lottmann. Ciudad de Guatemala, 1983.
Luis Méndez Salinas. Ciudad de Guatemala, 1986.
Julio Serrano. Quetzaltenango, 1983.

Eduardo Silva Alvarado. Ciudad de Guatemala, 1984.
Gabriel Woltke. Ciudad de Guatemala, 1988.

alegre la cosa, entusiasma el asunto, como antologado me emociona la idea de compartir ese espacio con toda la banda, porque sí, somos banda, los que aparecemos ahí somos, en distintos niveles, broderes, carnales, amigos o, por lo menos, y segurito, conocidos. Pero bueno, eso por el lado más personal y subjetivo de aparecer ahí, ya aparecerán las lecturas críticas de este documento (en serio mushashos, el aparato crítico es clave en todo esto, hagámosle entrada pues), mientras tanto solo me aproximo a celebrar esta antología y a señalar algunas líneas de fuga importantes.

Me parece un hecho importante que haya sido Mills quien tuviera la iniciativa de esta tarea, además de la amistad que nos une, he sido testigo cercano del trabajo del patojo Alan y sus cuatro libros de poesía —Los nombres ocultos (Magna Terra 2002), Marca de agua (Ed. Cultura 2004), Poemas sensibles (Praxis-México- 2005), y Síncopes (Perú-México 2007), son la más objetiva herramienta que tengo para reconocer la sobrada capacidad y conocimiento de la poesía contemporánea de Mills como para poder hacer este trabajo, y a los textos nos remitimos pues, a la apuesta al trabajo de la banda, de seguir engrasando la machacada micromachine cultural de la que todos somos parte.
Entonces no es una antología de 10 de después de la posguerra, dejémosla en 11, sí, para la foto de estadio.
Llama la atención el hecho de que 6 de los 11 no seamos A-1, eso significa, por poco, la mayoría. Así es, esta antología del X Festival del Centro Histórico de la ciudad de Guatemala es un 60% no-capitalina, pero va de nuevo, para llegar de Izabal a Xela hay que pasar por la siudá, y buen síntoma ese para hablar de la cultura en Guatemala, el desplazamiento del lenguaje, la interpolación de los signos, entonces se explica el título de la antología, tomado de un verso de Elisa Ángel:

“qué es la vida (new york/ beirut/ CIUDAD MI CUERPO)
sólo un golpe de pecho que resuena
en las olas enfurecidas
qué es la vida (san juan/ caracas/ ALDEAS MIS OJOS)”

Entonces ahí van los 11 de “después de la posguerra”, guácala, qué larga referencia, muy necesaria, sí, pero larga y fea (uy). El calificativo se vale y se defiende, los 11 que aparecemos tenemos en nuestra cédula tres números en común 198x, ochenteros los patojos, bueno casi todos. Igual, la mayoría nacimos en los años más pisados de la guerra (80-84), y, anécdota personal, mi primer contacto con un combatiente fue en 1999 con un guardia de seguridad en El Salvador que peleó igual con el FMLN y con el Atlacatl, pero bueno, pura anécdota que habla un poco sobre el porqué del después de la posguerra.

Por otro lado el calificativo dialoga con ejercicio parecido que se hiciera en 1999, llegan dos contrastes interesantes sobre la mesa, el último intento que se hizo por reunir el trabajo de los poetas contemporáneos fue en 1999, antología preparada por Anabela Acevedo y Aída Toledo, en el prólogo de aquella edición, firmado por ambas antologadoras se lee:

“Los escritores jóvenes antologados aquí representan en sus distintas manifestaciones a la poesía guatemalteca de la postguerra. Sus textos están concebidos dentro de la atmósfera violenta que ha dejado la guerra de contrainsurgencia, sus textos son el testimonio de los residuos de lo vivido por la generación anterior**

8 años después, Mills:

“Se diría que dialogan en clave con una tradición local y con unos antecedentes por ellos reconocidos, pero que al mismo tiempo y con mucha audacia gustan desafiar: en todos los antologados la intención principal no es meramente “literaria” sino que los impulsa el deseo de documentar una angustia, un recorrido y un testamento-futuro: el viaje que vendrá.”

Como señala la cursiva, en cuanto a los criterios de los antologadores, no es lo mismo dialogar con una tradición y con los antecedentes a ser el resultado de los residuos de la generación anterior. Vaya diferencia digo yo, y me refiero a la manera en que se ejerce el criterio antológico. Pero bueno, saynomore por el momento, lo que quiero es celebrar, y compartir la emoción puex, bien por los textos que circularán, bien por darle refresh al panorama, bien por el saludable y sólido diálogo textual, salud porque sigue el dancing, porque ahí va la obra y por el trabajo seréis medidos, bien por Aldea mis ojos y por el largo listado de libros que anteceden y proceden a la antología, ¡ah, que hermoso el sonido del teclado y los microprecesadores de la máquina!

* Ver Ruido de fondo, de Javier Payeras (Piedra Santa 2006), Conjeturas del engaño, Ronald Flores (Editorial Cultura, 2005), El ahorcado de Simón Pedroza (Mundo Bizarro, 1999), Los amos de la noche (Estuardo Prado)
** Acevedo, Anabella; Toledo, Aída (antologadoras). Tanta imagen tras la puerta. Poetas guatemaltecos del siglo XXI. Universidad Rafael Landívar, Guatemala, 1999; p.16

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Play that funky music, patojo! Nitida reflexion sobre lo efimero de los signos que nos constituyen, sucesivos como anuncios de TV! En fin, hoy la incandescencia de la pantalla me trajo tus palabras y las celebro! Gracias por la mencion, yeah, broder y felicitaciones por la inclusion en la publicación oficial de la X (Festival del Centro)...,

Analu dijo...

felicidades a la 'banda'. me alegro por que se le hizo fiesta a la cultura!