lunes, 23 de julio de 2012

A un cuerpo que pone su mano en el pecho

Para René

Una amiga me enseñó  a colgar rosas
boca abajo
para secarlas,
durante algún tiempo coleccioné
aquellas hermosas piedras cafés.
Un día presencié el instante exacto
en que una rosa marchita
dejó caer todos sus pétalos
caían como ha de escapar el último aliento
caían como se han de cerrar por última vez los párpados
caían como las diminutas bailarinas de un diente de león
en manos de un niño,
en manos de todos los niños.
Supongo que habría que llamar a aquello
el más silvestre de los suspiros.
Cuando el corazón se detiene,
entonces,
habría que llamarle
fruto que de tan maduro
cae.

2 comentarios:

Issa dijo...

El más Silvestre de los suspiros! Buen post!

Saludos,

Moniquita dijo...

Qué lindo texto Disi!!!!! Me encantó!!! Abacho!