viernes, 13 de abril de 2012

El miedo me lo quitaré cantando

Hay países que le dan la espalda a sus artistas, a sus científicos, a sus intelectuales. Hay artistas, científicos e intelectuales que bailan reguetón o cantan, susurran sexy o le cuentan un chiste al  oído del  país cuando este le da la espalda. Acercarse, tratar de seducirlo muy a pesar de su bipolaridad, de su neurosis, exige genio, energía y bueno, encanto. Acercarse y cantarle al oído es también una postura política.
Pienso en el Teatro de Cámara "Hugo Carrillo", pienso en Claudia Armas abriendo un concierto de El Gordo. Uno levanta la vista y el diseño de Efraín Recinos abraza, sin ponernos románticos pues, digo, no estamos acostumbrados a sentirnos tan bien tratados, ni como espectadores ni como artistas, Recinos diseñó un templo que a su vez es una nave espacial, pero eso ya lo sabemos. Están ahí en el escenario pues, dos músicos, uno por uno con su guitarra, la luz tenue, excelente acústica (escenario perfecto de seducción, señor País). Con la música nos pasa como con el cine, necesitamos vernos, necesitamos esucharnos, reconocernos en una pantalla, descubrirnos en un acorde, en una letra. Me refiero a un acto contemplativo, cine-teatro, sentados observándonos, volver a ver los rostros iluminados por la pantalla se parece mucho a escuchar las voces del público que para entonces ya no es público sino engranaje de esa máquina alucinante que no tiene masa pero sí volumen, y canta.
Pasa que escuchando a El Gordo uno confirma la sospecha: urgente bailar, urgente cantar, urgente reirse. Y cuando digo urgente casi estoy hablando de políticas públicas, casi. Es impresionante ver la sala del teatro meciéndose como un barco o más bien como un montón de barquitos, barquitos que le gritan al músico con voces femeninas y masculinas por igual, "papito rico", "qué lindo sos", "dormí conmigo!", y el gran barco entero ríe como una especie de Humpty Dumpty marino. Pasa que El Gordo trabaja, en buena parte, variaciones sobre un mismo tema, el tema supongo que es el gozo, o el bienestar o la buena vibra, como quieran llamarle, y musicalmente es así, digamos que muchas de sus canciones son la misma canción mutante, esto, en lo personal, me parece otra respuesta clave a este momento histórico, las variaciones sobre un tema son el enemigo natural de la dictadura de la coyuntura, esta última es una de nuestras enfermedades más cabronas, hablar todos al mismo tiempo del tema de hoy y mañana, hablar todos otra vez del tema de mañana, y así el río de Heráclito. Las variaciones sobre un tema -entre bolerobosanovarock- son una poética metáfora de esa extraña de las tareas del arte, conectarnos con algo de lo que hemos venido hablando desde que podemos hablar, ese hormigueo en las rodillas y la presión del plexo solar no son sino la memoria del mismo sentimiento provocado alrededor del fuego.
En fin. Qué bueno que podamos escucharnos, vernos, reconocernos en las butacas. Si así se mueve el pueblo cuando el país está de espaldas habrá que imaginar como será el baile cuando nos vea a los ojos.



1 comentario:

Lester Oliveros dijo...

Bueno mano!!
Casi pude oír las turbinas de la nave espacial de Recinos, de guate. Saludos.