A la memoria del maestro Sam Colop
Sospechamos que las palabras nos
permiten acceder a un espacio personal que no recordamos, sospechamos
que ahí en nuestra nueva y antigua intimidad encontraremos algunas
pistas que nos permitan habitar mejor este cuerpo y este
espacio-tiempo. Ahí, donde nos volvemos lenguaje nos entendemos.
Esta habitación de palabras, si seguimos con la imagen, nos hace
parte de un libro, un libro donde convivimos como en una plaza, pero
de signos, aunque no entendamos todo lo que ahí se escribe, algo nos
dice que es muy probable que estemos en una especie de libro de
comunitario, de libro del pueblo.
En nuestra cultura guatemalteca, signo
que siempre se nos va de las manos, los intentos aglutinantes de
identidad han sido justo aquella imagen de meter el mar en un
agujero. Al fondo puede que esta escurridiza propiedad sea lo más
cercano a definirnos, sin embargo, contamos en el centro de la plaza
simbólica, con un libro que puede darnos buena parte de las claves
para entender con más claridad los signos que nos definen, esta vez
hablo de un libro real, fundacional en muchos sentidos, el Popol Wuj.
Nuestro bastante precario sistema
educativo ya nos dio algunos preceptos básicos y superficiales, en
la escuela pareciera ser otro libro de eso que más
adelante aprendemos que se llama literatura guatemalteca, pero, ¿y
si mejor lo estudiamos en Ciencias Sociales? ¿o en Matemática? ¿o
en las cuestionables clases de ética y moral? Las preguntas nos
devuelven al texto y a una nueva pregunta, dada la importancia del
libro ¿por qué no hemos podido aproximarnos con éxito al Popol
Wuj?, me atrevo a responder que, además de las carencias educativas,
etcétera, los procesos de mediación se han tomado su tiempo, para
acceder al valor profundo de este texto necesitamos tener un guía
que nos acerque a lo que el mismo libro sugiere “Había un libro
original, /que fue escrito antiguamente,/ sólo que están ocultos
quienes lo leen/ quienes lo interpretan.” Sam Colop, el traductor,
autor y mediador de esta edición, hace un impresionante trabajo
acompañándonos en el libro. Y es que como lingüista k'iche',
investigador y poeta logra, tal como él mismo comenta en el prólogo,
superar muchas de las imprecisiones de traducciones anteriores y
devolver “el lenguaje poético en el que fue escrito el manuscrito
original”, este último detalle resulta fundamental para el proceso
de mediación del texto, el Popol Wuj es una puerta de acceso a un
lenguaje ancestral y a una forma de entender la realidad que aclara,
literalmente y en el sentido del amanecer, esta geografía y cultura
que habitamos, nuestro mundo tan particular y tan inaccesible, en
muchos aspectos, para la cultura occidental. La versificación y el
uso del lenguaje nos conduce, entonces, por una especie de
danza-canto que, más allá del marco referencial nacional, y en esta
edición en español y con la riqueza del lenguaje poético, habla
con claridad de nuestro ser mesoamericano y da cuerpo y dignifica lo
que fuera una ausencia en nuestro imaginario y a una cicatriz en
nuestra historia.
La experiencia estética, ética y
política que implica la lectura de esta edición del Popol Wuj se
enriquece con una generosa introducción y un corpus de anotaciones
al texto (valga decir que solo las notas al pie podrían ser un
maravilloso ensayo de la esencia del libro) que hacen de la lectura
también un recorrido intelectual que, entre otras cosas, nos deja
claro el valor del Popol Wuj como punto de encuentro y de fundación
de nuestra cultura -incluso en la ignorancia de lo que esta cultura
signifique.
Considero arriesgado decir que estamos
ante una traducción definitiva, intuyo más bien que haberlo
traducido de esa forma define nuestro espacio-tiempo y nos permite
abrir nuevas esperanzas de convivencia y armonía entre nuestros
pueblos.
Considero importante resaltar el
trabajo de los editores en esta preciosa edición (y colección) en
pasta dura y a un precio bastante accesible, ya que como objeto
participa de ese proceso de visibilización y dignificación de este
libro fundamental para seguir aprendiendo a leernos en esta plaza de
signos donde en algunas noches vemos arder el fuego.
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