jueves, 26 de julio de 2007

Lo nuevo necesita amigos


Un dolor de muela y un extraño desasosiego peleaban con la calidez de un domingo caminando tomado de la mano. La primera vez que vimos el trailer de Ratatouille fuimos a ver Cars creo, las películas infantiles siempre serán otra cosa para los adultos, El libro de la selva, por ejemplo, me marcó la vida, lo vi a los cinco años y luego el año pasado, nuevamente un domingo aquella misma mano pasó secando mis lágrimas toda la película

“Lo que es necesidad nomas
Y olvidate de la preocupación ocupación”…

Fuimos con Michelle a ver Ratatouille, la última de Pixar.

Y tiene todo tanto sentido, no hay mayor metafísica en el mundo que comer chocolates dijo algún poeta demasiado triste, y como la niña del poema uno no se pone a pensar en el origen del empaque, o en el viaje de quien trajo ese chocolate, sí, el chocolate se derrite en la boca y quién quiere escribir sobre eso cuando se percibe el sabor, déjelo ahí, gócelo, siéntalo, el juego de contrastes, el chocolate debe de derretirse para que el que lo degusta se recuerde que sigue vivo, amén señora Woolf.
Y claro, no era para menos una tarde de domingo con el dolor del mundo condensado en una muela y la ternura de ella, en mi mano, para mí, condensando la vida en otro extremo, já, no el acelerador apretado al fondo, no es necesario,

“esas motos que van a mil solo el viento te harán sentir, nada más” ChG.,

no, no era para menos, cuando uno se reconoce en el mundo, cuando una pantalla, y una muela, y la más hermosa de las manos que pueda sostener la tuya la sostiene, sucede, juerte juerte, ser afuera, ser ahí en la realidad, donde las cosas pasan, no el punto de fuga sino la medular y espontánea naturaleza, respirar, parpadear, latir.
Y ahí estábamos viendo a un ratoncito cocinero, escuchando los diálogos, reconociéndonos en ellos,

“—tú, tú estás muerto
—ahh, pero eso no significa que no pueda soñar”

Y uno sumergido, dejándose llevar, es verdad, no es una película cualquiera, se intuye, se presiente, esa sonrisa permanente que casi no estalla en carcajada, el viaje en bicicleta, es una buena lica se sabe porque sí. (y la deconstrucción se queda tiesa, y la revisión de la condición subalterna y los estudios culturales y el postcolonialismo y la postmodernidad y deleuze y lyotard y quién ese señor usté, hacen mutis las vocecillas, tranquilo mano, relájese, escuche la música, acerquen sus mejillas entre sí y coloquen las manos en el pecho, sientan esa mierda)
Y va avanzando la movie, cuando uno se detiene a revisar los snapshot van ahí, la mano extraña de un editor más grande y desconocido que calla, el sonido del carrizo en movimiento, el tren que no para, nunca he visto un tren pero así ha de ser, no para, y las luces y las sombras, las de la pantalla y las que caen sobre el cuerpo, la imagen toda, volver a ver y en su mirada está todo, el cristal por el que la película vuelve a su naturaleza fragmentada, a su primigenio cuadrito detenido, cuando la película desaparece de la pantalla y se guarda, y agita allá dentro lo que tiene que agitar. La imagen toda, las luces todas, mi mano resguardada en sus manos, la vida apretando con dignidad los dientes. Entonces, ya bastante claro de la condición esa que representa estar ahí sentado, snapshot de uno mismo acomodándose, ahí, bailando tan de cerca, se siente uno poeta, fuera de pajas, chanfle, piensa uno, vale la pena hacer el intento, devolvernos las palabras… y la voz de un extraño personaje dice en la película


“el crítico sí se arriesga cada vez que descubre algo nuevo, el mundo suele ser cruel con el nuevo talento, las nuevas creaciones, lo nuevo, necesita amigos.”


Y muchos de quienes leen esto sabrán, se reirán justo ahora, sí, el nuevo talento, las nuevas creaciones, se abre uno su camiseta de lo que sea y se las cree, y dice “¡a huevos!” y muchá, ustedes saben… amigos.
Aprieto nuevamente su mano, el silencio vital de la sala de cine, la zarza ardiente habla en la pantalla, el sonido del carrizo, el que alguien tendrá que detener, incluso cuando no haya nada más que luz blanca al fondo, cuando eso suceda, ese cuadro será parte de la cinta enrollada en torno a quién sabe qué. Terminó la movie y me sentí poeta, y empecé a tratar de escribir esto, porque no sabía muy bien cómo decir algo de lo que acá dije, y no sabía muy bien cómo decirle tanto a la menina, y no sabía muy bien cómo decirles tanto, amigos.
Termino este personal ejercicio con las sabias palabras del crítico como se llame, quienes no hayan visto Ratatouille no lo lean, terminen acá la lectura y búsquenla, quienes ya la vieron denle copy paste:


“En el pasado jamás oculté mi desdén por el famoso lema del chef Gusteau “cualquiera puede cocinar”, pero al fin me doy cuenta que lo que quiso decir en realidad, no cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado”

3 comentarios:

Duffboy dijo...

Felicidades por la animación, el amor y la poesía compartida. ¿Qué mejor combinación?

Anónimo dijo...

Muy interesante post, también me disfruté la película, se ha convertido en una de mis favoritas, te saca la risa y te secas las lágrimas. Saludos.

Juan Pablo Dardón dijo...

Es memorable el discurso final del crítico y sí, pues que otra sino estar toda la mara juntos y apoyándose.